Ancestralmente los seres humanos hemos necesitado aliarnos para cobrar fuerza en un mundo donde sobrevive el más fuerte, así fue como se formaron clanes, tribus, pueblos, aldeas, reinos hasta llegar a los países tal como los conocemos en la actualidad y casi en nada ha cambiado la historia, porque seguimos necesitando unos de otros y nos seguimos reuniendo en clubes, equipos, asociaciones, etc.
Sí agruparnos es algo natural, consecuentemente trabajar en equipo y cooperar también debería serlo, porque son incuestionables los beneficios que se generan al pertenecer a un grupo, sabemos que el esfuerzo conjunto acelera los procesos y nos permite alcanzar rápidamente objetivos que individualmente tardaríamos más en conseguir, obviamente al sumar los talentos de los miembros se enriquecen las ideas
y damos con soluciones que a lo mejor no se nos ocurrirían a nosotros solo y también podemos darnos cuenta que la cooperación enriquece nuestro entorno con amistad y relaciones positivas.
La colaboración es ya una competencia profesional y una estrategia de trabajo para conseguir objetivos, un médico pude colaborar en una investigación jurídica, un diseñador gráfico puede ayudar al médico a explicar una enfermedad, un ingeniero puede ayudar a un periodista con su reportaje, etc. La colaboración se da entre profesionistas que son capaces de conectar las necesidades individuales con las necesidades del conjunto, para compartir responsabilidades y recompensas.
La pregunta ahora es: ¿Están los abogados preparados para construir estrategias de colaboración?
El abogado por tradición trabaja en solitario, entonces tendríamos que plantear una segunda pregunta ¿qué podemos hacer los abogados para dejar atrás el individualismo tradicional de nuestra profesión?
En un mundo hiperconectado como en el que vivimos no hay cabida para la leyenda del abogado solitario, aquella persona conocedora del derecho con gran capacidad de oratoria que dedica su vida entera a la lucha contra el crimen, que se repite a diario que el arte de litigar estaría restringido a un grupo selecto de sabios, como en la Roma antigua, que restringía al “jurisconsulto” la loable labor de asesorar y ayudar a cualquier persona que requiriera ser defendida ante los magistrados.
En la universidad adquirimos conocimientos técnicos y con la practica los perfeccionamos… pero ¿quién nos ha enseñado a desarrollar habilidades profesionales?
estamos viviendo una época en que los conocimientos son importantes, pero insuficientes si se carece de actitud proactiva y valores firmes.
Para el abogado del siglo XXI la comunicación marcara la diferencia y quizá sea la única ventaja competitiva
como profesional, aquel que no sea capaz de ver la necesidad de tejer una red de contactos y relacionarse con otros profesionistas está condenado al fracaso.
Este es el momento ideal para demostrar que has desarrollado las habilidades sociales
suficientes para liderar un equipo, que eres creativo, posees actitud de servicio y eres empático con tu cliente, pero sobre todo que tienes una visión integral gracias a que colaboras y trabajas en equipo.
Los profesionales de la abogacía tienen varios años luchando para conseguir que la cooperación y el trabajo en equipo
no se queden en el catálogo de buenas intenciones, tú puedes ayudar a la construcción de equipos reales y efectivos para el sector jurídico, ¿te atreves a cooperar?